PATRIMONIO CULTURAL
La figura de D. Miguel Pérez de Almazán
D. Miguel Pérez de Almazán nació en torno a 1455, y falleció el 10 de abril de 1514. Era bisnieto de otro personaje ilustra vinculado con Almazán: D. Abraham Bienveniste, Rabino Mayor de Castilla durante el reinado de Juan II, padre de Isabel la Católica.
Hijo de un ilustre adnamantino nació en Calatayud porque su padre tuvo que huir a consecuencia de la persecución de los judíos decretada por Pedro Sarmiento en Toledo con su Estatuto de Limpieza de Sangre.
Miguel Pérez de Almazán fue uno de los secretarios más importantes de los Reyes Católicos y, particularmente, del rey Fernando.
El cargo y función ejercido por Pérez de Almazán tenía la dimensión de un ministro de Estado.
Doussinague dice, tanto de Juan de Coloma (su antecesor en el cargo) como de Miguel Pérez de Almazán, que puede calificárseles de los primeros ministros de Estado que ha tenido España y aún Europa, pues hasta mucho más tarde (1589) no contó Francia con secretario de Estado y luego, siguiendo su ejemplo, las demás naciones europeas.
El papel de Almazán en los reinos de Castilla y Aragón fue uno de los más valorados por Maquiavelo en su tratado “El Príncipe”, escrito en 1531. La firma de Pérez de Almazán ya aparece junto a la de Juan de Coloma en las Capitulaciones de Santa Fe, el 17 de abril de 1492. Y unos días antes, el 31 de marzo, aparece también como canciller, firmando el decreto de expulsión de los judíos.
Reservado y prudente, según le describen sus contemporáneos (los cronistas Fernández de Oviedo y Pedro Martír de Anglería, entre otros), en él confiaba ciegamente Fernando el Católico “no sólo de sus negocios y consejos, pero de los pensamientos”, opinión compartida por las fuentes europeas que le describen como un verdadero valido.
El matrimonio de Juana y Felipe “el Hermoso” y el del Príncipe Juan con Margarita de Austria en 1497, fue una de las primeras ocasiones en donde Pérez de Almazán pudo demostrar sus dotes diplomáticas y de estadista, colaborando activamente con el embajador Fuensalida.
Cuando se trataron ambos matrimonios, nadie pensaba en la posibilidad de que, mediante ellos, viniese a gobernar España una dinastía extranjera, porque aún vivía el primogénito del rey con Corte en Almazán. Se buscaba tan sólo una sólida alianza con la Casa de Borgoña y el Imperio Germánico, para amenazar las fronteras francesas del Norte y del Este.
Fue a partir del nuevo siglo, y más aún, desde la muerte de la reina Isabel en 1504, cuando Pérez de Almazán se convirtió en un personaje imprescindible para el rey Fernando, y su confidente favorito.
Desaparecida la Reina, Fernando organizó su propio sistema de gobierno apoyándose en un equipo a cuyo frente estaba él. Este apoyo incondicional del rey Fernando le granjeó una profunda enemistad con el Cardenal Cisneros, aumentada por su condición de judío converso.
Almazán fue el gran valedor de la candidatura del segundo hijo de Juana la Loca, de nombre Fernando para heredar el reino, por su nacimiento en Alcalá de Henares y su esmerada educación supervisada por el rey.
Sin embargo, esta tesis nunca fue apoyada por Cisneros, que, como regente de Castilla, se empeñó con todos los medios a su alcance para evitar esa solución, y que “los aragoneses” no tuvieran nunca en sus manos los resortes del poder en el reino de Castilla.
Una carta en el Archivo de Simancas, aún inédita, dice que apenas había el Rey (Fernando) cerrado sus ojos en 1519, cuando el hermano y los hijos de Pérez de Almazán fueron despojados de sus oficios, dignidades y propiedades, restituidas, no obstante, por Carlos I, cuando llegó a España dos años después.
Tal desazón causó en Pérez de Almazán la deriva castellana en torno al primogénito de la Reina Juana, y tanta añoranza de lo que pudo haber sido y no fue en Almazán debido a la temprana muerte del Príncipe Juan, que compró el Señorío de Maella a Gastón de Foix, y decidió crear allí un poblado en torno al monasterio de Santa Susana, que denominó Villa Nueva de Almazán.
Una gran figura de talla internacional, olvidada por su condición de judeoconverso, que es necesario rescatar de debajo del pesado manto de la Historia.