PATRIMONIO CULTURAL
El Beato del Burgo de Osma
Se conoce como Beatos las diferentes copias de los Comentarios al Apocalipsis, escritos por Beato de Liébana a finales del siglo VIII, y que tuvieron una gran repercusión internacional.
Este manuscrito, según consta en varias de sus páginas, fue realizado en 1086 por un clérigo llamado Pedro y miniado en su mayor parte por Martino, aunque algunas páginas parecen ser obra de otros autores de menor calidad. No se conoce su scriptorium de origen, aunque por sus características siempre se ha supuesto que sería un monasterio leonés. En la actualidad B. P. Shailor y J. Willians creen que hay suficientes motivos para considerarlo como una obra del scriptorium de Sahagún.
Parece ser, por una nota fechada en el año 1203 que, en esa época, el autor estaba en el monasterio de Carracedo, comunidad que, como la de Sahagún, contó con el favor de los monarcas leoneses. En la actualidad se encuentra en la Biblioteca Capitular de la Catedral del Burgo de Osma, y aunque no tenemos noticias sobre cuándo o cómo llegó a ella, ya aparecía en un inventario de libros antiguos de ese obispado a principios del siglo XIV.
El beato del Burgo de Osma está considerado como la obra culminante del siglo XI y como uno de los manuscritos más bellos y de mayor interés para el estudio de la miniatura altomedieval española, no sólo por su calidad, tanto caligráfica como pictórica, sino por sus especiales características al corresponder a la primera versión pictórica y textual (según Klein), sino también porque es a la vez el último beato escrito con letra visigótica y el primero en estilo románico.
Aunque aún conserva las arquerías de herradura en la representación de elementos arquitectónicos, en el Beato del Burgo de Osma ya se han sustituido los personajes mozárabes por cortesanos y por guerreros con cotas de malla y yelmos, todo ello según los usos del siglo XI.
Las caras tienen largas narices convexas, con ojos como subrayados, mejillas moteadas y los brazos son muy largos, con una estrecha unión con los hombros, presentando habitualmente uno o dos dedos extendidos, también muy largos. Los pliegues de los ropajes pierden abstracción, dejando paso a las imágenes racionalistas y naturalistas que significan un gran cambio en la forma de presentación del mensaje apocalíptico, pero conservando el mismo sabor especial de todos sus antecesores.
Las miniaturas son de gran calidad y expresividad, a base de colores opacos en tonos azul oscuro y rojo, así como amarillos, verdes y púrpura. En muy pocos casos se utilizan fondos con bandas de distintos colores.
Sin embargo, su autor ha dedicado escasa atención a los encabezamientos y a las letras iniciales, que son de poco interés.