PATRIMONIO CULTURAL

Almazán, Sede de la Corte del Príncipe Juan de Trastámara

Almazán fue patria chica de D. Sancho, el hijo mayor de D. Pedro I el Cruel, que nació en esta Villa en septiembre de 1363.

Tras la derrota de su padre a manos de D. Enrique II de Trastámara, este último prometió no ir contra los dos hijos de su hermanastro, pero incumplió su palabra y los hizo presos.

D. Sancho fue enviado al castillo de Toro, donde falleció en noviembre de 1371, al parecer por una infección pulmonar debida a la inhalación de humo. Ocho años de una vida corta pero cruel, en medio de la guerra de sucesión entre su padre y su tío.

Este es sólo uno más de los innumerables acontecimientos históricos que se dieron cita en Almazán.

“La villa de Almazán, que dista de Soria seis leguas, está asentada en la corriente del Duero, algo levantada, con hermoso puente, umbrosas márgenes, sotos, bosques, alamedas y mucho monte; cercada de fuertes muros, siete puertas, lucido palacio de sus dueños; fertilísima de cebada, trigo, ganado, toros, aves, caza, pesca, frutas, hortalizas; habitada de 500 vecinos divididos en ocho parroquias; dos conventos de frailes, uno de monjas, dos hospitales, ermitas devotas ocho, un priorato premostratense y una encomienda de San Juan, orden militar. Gobiérnanla alcalde mayor, dos ordinarios, seis regidores y procurador general, alcanzando grande jurisdicción”

Villa fronteriza, avanzada de Castilla, casi en la raya de Aragón, su valiosa posición estratégica explica el acentuado carácter castrense de la villa con un imponente castillo o fortaleza en el cerro del Cinto, ya desaparecido, dominando por completo el caserío, y abrazado éste por un cinturón de recias murallas con potentes cubos y torres.

En las contiendas de castellanos con aragoneses y navarros, la villa juega un papel de primer orden, lo mismo en la Alta que en la Baja Edad Media.

Sus maravillosas iglesias románicas, sus torres y lucernarios mudéjares, sus templos y capillas góticos, sus palacios y casas blasonadas rezuman y destilan historia en cada una de sus patinadas piedras.

Almazán añadía a su importante posición estratégica un valor superior, si cabe, por lo que al tráfico respecta. Por su caserío pasaban en el siglo XV las vías de enlace de la Vieja Castilla con Cataluña y Valencia a través de Aragón. Y entre Almazán y Calatayud se oficializó la frontera comercial entre Castilla y Aragón.

Por eso, a nadie podrá sorprender la serie interminable de veces que los Reyes Católicos cruzaron por sus calles en vistosa comitiva o moraron en sus mansiones palaciegas.

Los Condes de Monteagudo eran parientes, además, en grado remoto, de D. Fernando el Católico, perteneciente por su madre, la reina de Aragón Dª Juana Enríquez, a la casa de los Almirantes de Castilla.

Destaca en la población el Palacio, que fue sede de la Corte de D. Juan de Trastámara, hijo de los Reyes Católicos. Un lujoso y magnifico palacio, de fachada principal renacentista fechada en 1571. La fachada posterior, en cambio, es la primitiva del siglo XV y enlaza directamente con la muralla y la famosa iglesia románica de San Miguel.

El gran desnivel del río en esta parte, junto con los torreones y contrafuertes, dan a sus muros la apariencia de una auténtica fortaleza. Destacan sus galerías góticas, alta y baja, con enormes ojivas y recias columnas. La fachada principal, que da a la Plaza Mayor de la Villa, se comunica con el interior por medio de la gran puerta blasonada y un zaguán. El patio es espacioso, con dobles soportes de pilastras y columnas, sobre las que, respectivamente, descansan el claustro o galería y las zapatas y aleros del tejado.

Entre los muros de Almazán vino al mundo también el Padre Diego Láinez, segundo general de los jesuitas, y aquí residió también la reina Dª María de Molina tras la guerra de sucesión contra el infante D. Alfonso de la Cerda.

Y de esta tierra fue también D. Miguel Pérez de Almazán, secretario de los Reyes Católicos, verdadero azote de las famosas cuentas del Gran Capitán.

Asimismo, este fue el último destino de Tirso de Molina en su peregrinar como exiliado de la corte, perseguido por el Conde Duque de Olivares. Dentro de los muros del convento de la Merced falleció el insigne escritor en 1648.

Una tierra que dio héroes en la Guerra de la Independencia, conteniendo al ejército francés que se trasladaba a Madrid desde Vitoria. En las márgenes del Duero, el Cura Merino y sus guerrilleros, apoyados por cerca de 200 vecinos de Almazán plantaron cara al francés, retrasando conscientemente su presencia en Madrid. Un hecho de armas que terminó con la vida de casi doscientos vecinos de Almazán pasados a la bayoneta, la quema de unas 250 casas y la destrucción del castillo del Cinto.

Aquí se registró también la presencia de Federico García Lorca y su famosa “Barraca” en 1932.

Una población, en fin, que hunde sus raíces en la más antigua historia de España.